Pajarona

lunes, 18 de octubre de 2010

Fonda zapateá



Llegó Septiembre. Solo basta que la nación se percate de las fechas en el calendario y ya es posible observar a los trabajadores de Chile bajo una exquisita expectación. Embobados se encuentran en sus oficinas, salas de clases o cualquier rincón de nuestro país, relamiéndose por sus pensamientos de fiestas patrias.
Los sinónimos de esta celebración están claros: carne, chicha, vino, empanadas y por su puesto en abundancia, aunque contrario a lo que se cree, no son pre-requisito para garantizar el éxito de unas fiestas bien celebradas.

El 18 en Iquique es igual al resto del norte. Las ramadas no tienes ramas, pero sí, techos de lona, paredes de cholguán y piso de tierra o, dependiendo del capital disponible, malla raschel (la verde) y son celebradas en el estadio más conocido como el Complejo Deportivo Tadeo Hancke. En él se pueden encontrar infinitos puestos ofreciendo comidas típicas (de la fecha), juegos tradicionales, música que se escucha en nuestro país; cumbia, reggaeton, electrónica y mucha cueca, todo esto acompañado de un penetrante e imponente nubarrón producto de las carnes asadas.
La diversidad se apodera del lugar ofreciendo fiesta para todos los gustos y en un solo lugar, eso sí, el sello va guiado por los directores de la fiesta: los fonderos. ¿Cómo reconocerlos?

El responsable: Juan Sepúlveda de 54 años, tiene un local llamado “El Carmelo.” que se distingue por su énfasis en celebrar la fiesta con un toque nortino.
“Corresponde bailar unas buenas cuecas pero también no hay que olvidarse de lo que nos corresponde como región”, comenta mientras escribe los precios en una pizarra.
Aparte de los anticuchos y carnes asadas, vende platos típicos aymaras: calapurca, picante de conejo y el inolvidable chuño, para descentralizarnos un poco. Terminadas las ramadas ya planifica la siguiente, pensando en las mejoras para el local así como la oferta que se expande cada año.

El tropical sound: Cristian Vial Carrasco es un joven emprendedor. Su papá le propuso este año que se encargara de la administración de “Gumersinda”, el segundo puesto de ramadas de su familia. El lugar está, como todos, adornado de banderitas y copihues desarmables, grandes ramas sobrepuestas en un toldo y una pareja de huasos pegados en la pared. Gracias a la posición de las mesas se logra un espacio libre de obstáculos para que los presentes puedan bailar si gustan, las alabadas u odiadas melodías que emanan desde los amplificadores. En su mayoría es música tropical y cumbias centroamericanas, repitiendo algunos temas a pedido del público, casi todos jóvenes.

El patrón de fundo: Tiene trabajando para él a dos meseras y dos parrilleros, los cuatro peruanos. En su fonda hay cueca, se vende empanada y anticucho, lo que se toma es chicha y todo va de blanco azul y rojo. Así no más. Su nombre es Ezequiel González, es chileno y está feliz de serlo. Trabaja en las ramadas todos los años a partir de 1990. “Yo soy de Los Andes y allá pal’ 18, jugábamos hasta el palo encebao’”. En una cruzada evangelizadora decidió traer la verdadera fiesta a Iquique, pero al llegar se dio cuenta que así no funcionaba la cosa y que en el norte no había ni pasto. Ni campo. Ni caballos. Acá solo se come, se toma y se ríe. Así que adecuándose al contexto, terminó por cocinar pollo con papas fritas y contratar peruanas. Bienvenido a la mentalidad iquiqueña don Ezequiel.

Otros: Acá están los que no se pueden generalizar. Solo hay uno de cada uno. Está el señor de los cuyes, que hace un juego súper complicado y grande, con ratones nortinos. También ofrece anticuchos, aunque no muchos le compran ya entenderemos el porqué.
La pesca milagrosa, que tiene peces chinos cada vez menos producidos, también vende chupetes, pastillitas, súper 8 y esas cosas.
Sin ningún respeto está el puesto de completos. No les basta con plagar toda la ciudad. También me encontré con el de los anticuchos que tiene que estar, sino le quitamos todo lo pintoresco al asunto. "Yo maté a Elisa", "Póngale nombre al niño", “Wajardo”, entre otros nombres, también anduvieron matando.

Y un sinfín de personajes varios pero todos iguales, réplicas, iguales todos los fonderos. Yo no se por qué entro a un lugar en vez de al otro, si son todos iguales. Ninguno se esfuerza por crear algo diferente, sino le refuerzan nuevas características a lo establecido. Y por la copia aparece un negocio tocando sound, diez negocios tocando sound, y a todos le molesta pero nadie lo detiene. Si no creamos nuestras propias cosas, no tendremos ese apego a conservar la identidad de nuestras tradiciones. Pero como no lo hicimos, no sentimos remordimiento.

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