Pajarona

viernes, 14 de noviembre de 2008

El arranque

Cuando lo escucho te imagino en un lugar que talvez no exista de la manera que en mi mente sí. El cuarto a oscuras. El brillo que desprende el computador toma el rol de alumbrar, al igual que la luz filtrada por entre la puerta a medio abrir.
Estoy muy cómoda acostada en tu cama que va pegada a la pared, tranquila, apoyada en cojines de cuero, maravilla tras maravilla es la música que nace de los parlantes del equipo. Me confunde y me hace creer que esa belleza forma parte de ti. Tu eres la propia música y me cantas.
Te conviertes en el sonido y los recuerdos. Eres todo lo que liberan las ferormonas. Eres un chocolate, un clima tibio. La brisa que espero cuando no quiero sudar. La perfección y el equilibrio. El miedo , el escalofrío. La sangre que hasta mis
mejillas llega y las colorea. Me quema el cuello. El miedo otra vez, la sensación de inferioridad, la mentira. Y al mismo tiempo alguien tan normal y humano como yo. Solo dos tipos que escuchan música. Estás sentado en un escritorio absorto por la
tecnología mientras yo te observo como un milagro biológico, individuo minterioso, y luego tan normal, promedio, mundano.

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